DE MAYOR QUIERO SER HOMBRE DEL TIEMPO

Pues sí. De mayor, cuando cumpla la mayoría de edad a eso de los noventa, no quiero ser anoréxica de pasarela, ni parlamentaria tipo “enbocacerradanoentranmoscas”, ni cantante de playback, ni cura de 7 a 9, ni profesor de artes marcianas, ni tan siquiera fan de Messi. De mayor lo que aspiro, aunque sea sin sueldo, es a ser hombre del tiempo de alguna telele.

¡Qué placer, mare de deu! Salir en el telediario de las tres, a eso de las cuatro, para decir que por Alicante lloverá a manta durante el próximo fin de semana, que casualmente coincide con la fiesta de moros y cristianos. ¡A tomar por saco sector turístico durante unos días, aunque luego no caiga una gota a mil kilómetros a la redonda!

¡Qué placer, madre de la perpetua Play Station! Salir en el telediario de las nueve, a eso de las diez, para anunciar que por el Pirineo la nieve no se verá ni en pintura en estas navidades porque las temperaturas invernales estarán de parranda nevando por otros lares menos empalagosos. ¡A freír espárragos las expectativas de negocio de las estaciones de esquí y hostelería anexa, aunque luego haya que enviar al ejército americano a rescatar a cuatro mil montañeros perdidos por esos barrancos del diablo, confiados en que iba a hacer buen tiempo!

¡Qué placer, padre del santísimo prepucio! Salir en las noticias de las tres de la mañana, cuando medio país está ansioso ante el televisor para programar el puente de agosto, y decir que en Andalucía hará un calor del sofocón, tanto calor que hasta las ranas llevarán cantimplora para evitar la deshidratación. ¡Y luego, varios días más tarde, sonreír beatíficamente diciendo que hubo una equivocación de las nubes y que donde iba a caer una bola de fuego, resulta que cayeron doscientos litros por metro cuadrado y unos granizos del carajo!

Yo es que me parto de la risa nada más pensar la cantidad de tarugos dedicados al sector turístico, comerciantes, policías municipales y viajeros empedernidos que estarán pendientes de mi boquita de piñón para poder tomar una decisión respecto a la compra de provisiones ante la llegada del buen tiempo y de las hordas de guiris nacionales. Pero el máximo de gustito es cuando, días o semanas después, tras hacerles la picha un lío, se demuestra que no acertaste ni una línea y que aún así seguirán prestando crédito a tu boquita en la siguiente ocasión de estampida vacacional. Hay algunos que no aprenden ni a la de diez.

No entiendo, francamente, como a estas alturas de la película no están todos los hombres y mujeres del tiempo metidos en la cárcel por estafadores, o hundidos en la miseria tras pagar miles de indemnizaciones a viajeros frustrados, o heridos en los hospitales a consecuencia de la venganza asesina de los locos de siempre que se toman las cosas exageradamente.

En cualquier caso, me arriesgaré a todos los imprevistos y sucesos luctuosos. Yo quiero ser de mayor, hombre del tiempo. Ruego a quien tenga datos que me informe sobre los requisitos para serlo. El principal, el sadismo, lo reúno con creces.

(¡Por favor, un botijo y una vela, que escribo esto desde Sevilla, se han fundido los plomos del piso y los míos amenazan un desastre total! Ah, el hombre del tiempo de Canal Sur decía hace unos días que íbamos a tener un fresquito de Levante que nos iba a alegrar las pajarillas…)