Blog personal crítico y variopinto (con música al fondo)

jueves, 1 de septiembre de 2016

LEÓN FELIPE

Tengo en mis manos una vieja y amarillenta edición de “El ciervo y otros poemas” (León Felipe) editada en 1974 por la editorial mexicana Finisterre. Un librito numerado (la edición consta de 3000 ejemplares), en el que el paso del tiempo ha barrido el pegamento de sus 80 páginas y si te descuidas las hojas vuelan desde las manos hacia el suelo en plan otoñal. Un librito que por el interné se vende a 12 euracos de los cuales la encuadernación no se merece ni uno sólo. ¡Y eso que lo he cuidado como una reina desde que lo compré hará cosa de 36 años!

Curiosamente, en la página 2, aparece una carta de presentación del Che Guevara (fechada el 21 de agosto de 1964, “Año de la Economía”). Tres años más tarde le matarían en La Higuera (Bolivia), cuando solo tenía 39 años. En ella señala que ”uno de los dos o tres libros que tengo en mi cabecera es El ciervo aunque pocas veces puedo leerlo porque todavía en Cuba dormir es un pecado de lesa dirigencia”.

León Felipe, poeta español (1884-1968) al que le tocó vivir una época tan complicada que marcó profundamente su obra, a diferencia del Che y otros personajes que se creían en posesión exclusiva de la verdad y la historia, fue capaz de convivir dignamente con las intensas contradicciones ideológicas, políticas y religiosas de aquellos años de plomo y miseria. Toda su vida fue una búsqueda de la razón, la luz y el entendimiento. Vana empresa cuando el mundo se movía por entonces entre el odio, las armas y el gregarismo. Búsqueda cargada de contradicciones, de utopías y de realidades que llevó a cuestas tras una vida bastante “movidita”.

Miro de nuevo este librito descuajaringado y con olor a polvo viejo para citar algunos de sus versos como puerta de entrada a una obra muy sólida que merece la pena leer sorbo a sorbo, como un buen coñac.

GUARDIÁN: Ya estás aquí.
HOMBRE: Me trajeron cuando estaba dormido. Yo no pedí nada. Yo no dije a nadie que me trajese. GUARDIÁN: Pero ya estás aquí.
(…)
Nada cambia. Los mismos nombres y el mismo hipo violáceo en la boca torcida del tirano. Aquello que ha sido… es lo que será: ¡Hip! Nada cambia. ¡Hop! Tendríamos que empezar por llamarnos de otro modo y habría que derribar los cimientos y la bóveda, el calendario y los signos del zodiaco. Pero ya no es tiempo… ¡Hip! Ya no es hora: ¡Hop! Hay que seguir así hasta que se acabe la cuerda.
(…)
73.000 años … y no he averiguado todavía si la vida es un acertijo o una trampa…
(…)
El Hombre… es una máscara fantasma que jamás ha vivido. Sobre su invisible anatomía, ha colgado sin gracia uniformes, mantos, hábitos, caireles y fanfarrias de circo y ha caminado por la Historia en carnaval perpetuo dando gritos de eunuco, chillones y fingidos… Esos gritos guturales de máscara perdida y solitaria: ¿Me conoces? ¿Me conoces? Y ni Dios ni el Diablo lo conocen… Ni él se conoce a sí mismo. ¡Oh, pobre fantasma!
(…)
Pasan los días y los años, corre la vida y uno no sabe por qué vive… Pasan los días y los años, llega la muerte y uno no sabe por qué muere. Y un día el hombre se pone a llorar sin más ni más, sin saber por qué llora por quién llora… y qué significa una lágrima. Luego, cuando otro día uno se va para siempre, sin que nadie lo sepa tampoco y sin saber quién es ni a qué ha venido aquí… piensa que tal vez vino sólo a llorar y aullar como un perro…
(…)
Hombre, no esperes más a nadie… Nadie te aguarda ni te busca… Fuiste… el aborto de un sueño… La semilla podrida de un sueño, que nunca germinó.
(…)
Todo lo hacemos entre todos… Todo lo hincha y lo deshincha el Viento, ese maravilloso actor del mundo, Señor Arcipreste. El Viento, el Viento, el Viento que un día puede derribar este monótono escenario para contar de otra manera el cuento.
(…)
¿Quién tiene piedad entre los hombres? Además… ¿no es la vida una cadena de mandíbulas, abiertas y devoradoras? Y si la lombriz se traga la simiente, la gallina a la lombriz y el hombre a la gallina… ¿por qué Dios no se ha de tragar también al Hombre?
(…)
¡Somos el excremento de un dios! Sin embargo, no os aflijáis, amigos, que de cualquier manera, divino es nuestro origen y podemos seguir aquí eternamente caminando, descendiendo, descendiendo por los sordos intestinos de la Historia, una vez más, cien mil veces más.
(…)
Todo ha sido igual: el comienzo y el fin… Todo ha sido agonía. No he hecho más que caminar como un moribundo. Salí de noche y vuelvo de noche… Comencé llorando y regreso llorando. ¿Y a dónde se regresa, Señor Arcipreste? ¿Otra vez a la Nada? ¿Uno sale de la Nada para dar vueltas en la noche empujado por el Viento y vuelve a la Nada?
(…)
(Su segunda esposa, Berta Gamboa, a la que llama Bertuca, muere bastantes años antes que él y León Felipe va terminando el libro con este breve poema a su mujer: “En tu agonía, amor”) ¡Cuánto le costó a la muerte apagarte los ojos! Sopló una vez, dos veces, tres veces -¡bien lo vi! – y tus ojos siguieron encendidos. Alguien dijo: Ya no tiene ni sol ni sal en las venas y los ojos no se le apagan. Yo llegué a pensar que no se apagarían nunca, que quedarían encendidos para siempre como las alas de una mariposa de oro eternamente abiertas sobre los despojos de la muerte. Al fin todo se hundió… y tu mirada se torció y se deshizo en un cielo turbio y revuelto… Y ya no vi más que mis lágrimas. (…)
Si “aquello que ha sido es lo que será Y lo que se ha hecho, lo que se volverá a hacer”… (1) Señor del Génesis y el Viento, te lo devuelvo todo: la arcilla y el soplo que me diste… Vuélveme al silencio y a la sombra, al sueño sin retorno, a la Nada infinita… No me despiertes más.     
                                                
(1) Eclesiastés, cap. I, vers. 9

Esta segunda parte de la entrada sobre León Felipe va destinada a indicar varios enlaces relativos a su vida y principales poemas para finalizar con una escogida selección audiovisual sobre el poeta, quizás el más musicalizado de todos los poetas españoles. Y lo es –pensamos- porque la poesía de León Felipe es música en sí misma, lo que unido a un contenido con una fuerza dramática muy poderosa consigue unos resultados óptimos en ese objetivo tan difícil de alcanzar como es musicalizar poemas.



Nuble blanca - SOLEDAD BRAVO
Sé todos los cuentos - AGUA VIVA
Vencidos - JUAN MANUEL SERRAT
Qué lastima - HECTOR ALTERIO (magistral recitado)
Ser en la vida romero - EMILIO JOSÉ
Como tú - EVOEH
Ya no hay locos - PACO IBAÑEZ

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